Si en la anterior entrada de nuestro blog hablábamos de cómo el cliente podía plantear y construir un texto fuente para optimizar su posterior traducción, hoy nos toca remangarnos y ponernos manos a la obra.
En este artículo compartiremos algunos consejos para que los traductores puedan enfrentarse a un documento para traducir con las mejores herramientas posibles.
¿Empezamos?
Traductor precavido valen por dos
Tener un texto adaptado para la traducción facilita la labor, pero es solo una parte del trabajo de la que, por desgracia, no siempre disponemos. Más allá de esto será importante analizar bien nuestro objetivo para detectar cuanto antes los posibles escollos que nos vayamos a encontrar y sortearlos con éxito. Solo así optimizaremos nuestro tiempo y podremos emplearlo en labores más importantes dentro del propio proceso de la traducción.
El tamaño sí importa… y también la dirección
De todos es sabido que el español es una lengua muy prolija en forma y contenido, y suele utilizar frases más largas que otros idiomas como el inglés, el francés o el alemán. Tanto es así que un texto traducido al español desde uno de estos idiomas puede llegar a ser, de media, hasta un 35% más largo respecto al original. Y eso, como es lógico, funciona en ambos sentidos.
Para evitarnos quebraderos de cabeza innecesarios, debemos tener muy presente este hecho, sobre todo cuando trabajemos en localización, ya que ahí cada carácter cuenta, y no queremos encontrarnos con tablas demasiado estrechas o barras laterales con textos descolocados.
En general, una buena opción es añadir siempre espacios en blanco extra, no solo para que el texto respire, sino para tener margen de maniobrabilidad si este resulta ser más largo que el original.
Un buen truco, siempre que sea posible, es emplear tablas dinámicas que se adapten a la diferente longitud del texto e incluso a posibles cambios de formato. Así, cualquier modificación nos resultará notablemente más sencilla.
Por otro lado, debemos tener en cuenta que no todos los idiomas se escriben en la misma dirección; textos escritos en japonés, árabe o hebreo requerirán modificaciones en la alineación y el diseño. Si realizamos esa labor previa, nos evitaremos trabajo extra y sorpresas desagradables.
Separar el grano de la paja
No siempre los documentos para traducir que nos llegan para traducir son sencillos archivos de Word. La variedad de formatos y maquetaciones es muy variopinta, y podemos llegar a encontrarnos escenarios muy complejos, cargados de imágenes entremezcladas con textos o incluso textos integrados dentro de imágenes.
Aunque el conocimiento es poder y nos da mucha versatilidad formarnos en otros campos como el diseño gráfico, ni siempre es posible, ni, en el fondo, es nuestra competencia. Por eso debemos detectar cuanto antes esta situación y averiguar si los documentos para traducir están separados por capas. De no ser así, es conveniente contactar con el cliente para que nos lo facilite de esa manera.
Editar directamente el texto integrado en una imagen solo será posible si se encuentra en una capa diferente. Solo así podremos adaptar la traducción a la maquetación final de manera más fiel y profesional.
En el caso de los archivos en pdf, una buena opción es utilizar algún programa de edición como el Nitro Pdf, que te separa el contenido en bloques o te da la opción de convertir los documentos en editables. En cualquier caso, antes de realizar esta labor siempre es conveniente contactar con los clientes o la agencia para solicitar información.
El orden en los documentos sí que altera el producto final
Un proyecto de traducción, especialmente si es importante, puede venir acompañado de gran cantidad de documentación y generar, a su vez, aún más archivos y documentos. Organizar todo ese caos requiere de disciplina y método. Por suerte no somos escribanos, así que no está de más exprimir todo el potencial que nos ofrecen los ordenadores modernos en este aspecto.
Para empezar, subdividir toda la información en diferentes carpetas con nombres orientativos hará que localicemos lo que necesitemos a golpe de vista. Puede parecer obvio, pero muchas veces los plazos y las prisas hacen que lo metamos todo en el mismo saco y aquello se termine convirtiendo en un cajón de sastre.
También es muy útil renombrar los diferentes archivos para poder ordenarlos rápidamente gracias al indexador nativo de nuestro sistema operativo. Lo básico suele ser incluir la abreviatura del idioma al final del nombre, pero si además añadimos un prefijo con las fechas de entrega en el formato [AAAAMMDD_NombredeArchivo_Idioma], con solo ordenar los archivos por nombre obtendremos fácilmente un orden de prioridad.
Al principio puede resultar engorroso, y cada traductor tiene su propio sistema, pero te garantizamos que a la larga ahorrarás muchísimo tiempo y esfuerzo.
Por otro lado, es fundamental leer toda la documentación facilitada por el cliente antes de empezar a traducir. ¿Otra perogrullada? Tal vez, pero sabemos que cuando llega un proyecto de traducción de lo que tenemos ansias es precisamente de eso, de empezar con la traducción. Si le dedicamos un momento a revisar toda la documentación antes de ponernos manos a la obra anticiparemos cualquier posible problema, sabremos qué información ampliar o buscar, si no somos expertos en el tema en cuestión, y contextualizaremos todo el proyecto para no trabajar en vano y perder tiempo.
En el caso de trabajar con herramientas TAO como Trados Studio o cualquiera de sus alternativas, también conviene preparar todos los documentos para traducir, creando una memoria de traducción, y definiendo la terminología y referencias necesarias. Por otro lado, conviene que nos aseguremos de comprobar que se generan adecuadamente los archivos de salida antes de comenzar a trabajar; a nadie le gusta darse cuenta de que todo su esfuerzo va directo a la papelera por culpa de archivos corruptos.
Como vemos, hay infinidad de pasos que podemos seguir para facilitar nuestro trabajo y allanar al máximo el terreno antes de ponernos manos a la obra. Algunas son más intuitivas que otras, pero todas a la larga nos ahorrarán tiempo y problemas.
Lo importante es desarrollar una metodología propia y automatizarla. ¿Cuál es la tuya?
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