Si hablamos de traducción jurídica, existe un término que, a pesar de su importancia legal y financiera, vemos habitualmente mal traducido: «beneficial owner». ¿Cómo se traduce correctamente? ¿Qué implicaciones puede tener una traducción incorrecta?
En este artículo, vamos a explorar en profundidad por qué es fundamental traducir adecuadamente este término, y lo grave que puede ser utilizar otras opciones menos precisas.
¿Empezamos?
¿Qué es el «beneficial owner» y cómo debe traducirse al español?
El término «beneficial owner» se refiere a la persona que, de forma directa o indirecta, controla o se beneficia de un activo o una entidad. No se trata de quien simplemente aparece en los papeles, sino de quien realmente ejerce el control o disfruta de los beneficios económicos. Esta distinción es clave, sobre todo en cuestiones como el blanqueo de capitales y la evasión fiscal, donde identificar al verdadero controlador es fundamental para cumplir con la ley. Ya se empieza a intuir por qué si traducimos mal este concepto las consecuencias legales pueden ser muy graves, ¿verdad?
La traducción correcta al español es «titular real», siguiendo la traducción oficial acuñada por la normativa europea en la Directiva 2005/60/CE y posteriormente traspuesto a nuestro ordenamiento jurídico mediante el Real Decreto-ley 11/2018.
Esta elección no es casual, ya que refleja de manera fiel el concepto de propiedad efectiva o control sobre los activos, más allá de la simple titularidad nominal. Sin embargo, a menudo vemos este término traducido incorrectamente como «beneficiario final», «propietario efectivo» o alguna otra opción menos precisa. Aunque parezcan términos similares, estos no se ajustan a la figura jurídica clave que recoge nuestro ordenamiento jurídico.
Diferencia entre «titular real» y «beneficiario final»
El titular real es quien tiene el control efectivo, mientras que el «beneficiario final» puede llevar a confusión, al limitar la interpretación a la persona que recibe los beneficios económicos de una transacción o entidad, sin necesariamente tener control sobre ella.
Por ejemplo, una persona que tiene una participación en una empresa offshore podría no aparecer como propietaria directa en los documentos oficiales. Sin embargo, sigue siendo el titular real, ya que controla las decisiones y el destino de los beneficios de esa empresa. En cambio, el beneficiario final podría ser un heredero o una persona designada para recibir los ingresos generados por una estructura corporativa, sin tener control sobre la misma.
Implicaciones jurídicas de una traducción incorrecta del inglés
Si se utiliza una traducción incorrecta, se corre el riesgo de ocultar quién tiene el control real sobre una entidad o activo, lo que puede tener graves consecuencias legales. La normativa española exige la identificación del titular real en numerosas operaciones financieras y jurídicas para evitar el fraude y el lavado de dinero. Una traducción inexacta podría llevar a que una empresa o individuo incumpla estas normativas, lo que resultaría en sanciones legales.
Además, en un proceso judicial, la precisión es crucial. Si se confunde al titular real con un beneficiario final, por ejemplo, se podría eximir de responsabilidad a la persona que realmente controla una empresa o activo, lo que podría comprometer el resultado del caso.
La Unión Europea ha sido clara en la definición de «titular real» en sus normativas. La Directiva (UE) 2015/849 establece que el titular real es la persona física que, directa o indirectamente, posee o controla una empresa, lo que incluye a aquellos con más del 25 % de las acciones o derechos de voto en una entidad. Esta normativa es clave en la lucha contra el blanqueo de capitales, pues ayuda a desvelar estructuras opacas que buscan ocultar a los verdaderos propietarios de los activos.
Conclusión
En resumen, la traducción correcta de «beneficial owner» debe ser «titular real». Aunque otras opciones como «beneficiario final» o «propietario beneficiario» puedan sonar razonables, no recogen todas las implicaciones legales y financieras del término en el marco del ordenamiento jurídico español y europeo, por lo que debemos de huir de ellas. De igual manera, para traducir este término al inglés, debemos de evitar traducciones literales como «final beneficiary», «real beneficiary» o «true owner», no contempladas en la normativa europea vigente.
Como traductores, debemos ajustarnos a lo que establece la normativa, aunque no siempre nos parezca la opción más adecuada. En cuestiones legales, manda el legislador, y nuestra responsabilidad es asegurar que las traducciones reflejen fielmente el marco normativo del país en cuestión.
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