Día internacional del Orgullo LGTB 2025

Día Internacional del Orgullo LGBT: un paseo por la historia del lenguaje queer

La importancia de tener un lenguaje propio en una comunidad como la LGTBiq+ es enorme. Cuando la sociedad te da la espalda, ¿qué te queda? Muchas personas queer han respondido creando sus propias palabras, su propio código de comunicación. El lenguaje queer se convierte así en escudo y lazo de unión. Desde el Polari secreto que se susurraba en la Inglaterra del siglo XX hasta expresiones españolas actuales como «cuir» o bollodrama, cada término resignifica el idioma, convitiéndolo en un símbolo de resistencia.

Con motivo del Día Intenacional del Orgullo, hoy te traemos un poco de historia sobre el colectivo y el lenguaje. ¿Empezamos?

El Polari británico: un lenguaje secreto de supervivencia queer

Imagina el Londres de los años 50: ser gay es prácticamente vivir en la ilegalidad. La homosexualidad fue delito en el Reino Unido hasta 1967, así que los hombres gais usaban un argot clandestino para comunicarse sin delatarse. Ese argot era el Polari, palabra que literalmente significa «hablar» en italiano. La táctica era soltar alguna frase en Polari y, si el interlocutor respondía en la misma jerga, ¡bingo!: ambos confirmaban discretamente que compartían orientación sexual. En pubs y teatros, un bona por aquí o un vada por allá podían abrir puertas a una amistad o un romance oculto a simple vista.

Las raíces del Polari son tan variadas como sus hablantes. Esta jerga se nutrió de lenguajes callejeros: desde el Thieves’ Cant (la jerga de ladrones) hasta términos italianos de circos, barcos y teatros. No es casualidad: el Polari floreció entre marineros, actores de variedades y artistas de circo, entornos donde muchos hombres gais encontraban cierta libertad. Más que un idioma propiamente dicho, era un criptolecto —un código secreto— usado para esquivar la persecución. Sus usuarios dejaban caer palabras Polari en la conversación cotidiana; si el otro las captaba, podía reconocerse «en familia» de forma subrepticia. En definitiva, el Polari fue un salvavidas lingüístico que permitió a una comunidad vivir su identidad entre líneas en una época hostil.

El argot queer contemporáneo en español

Por suerte, hoy no hace falta hablar en clave para expresarse, pero eso no significa que la comunidad queer haya dejado de inventar palabras. El español moderno está lleno de términos queer/cuir ingeniosos. Sí, has leído bien: queer y cuir. En contextos hispanohablantes, sobre todo en América Latina, mucha gente ha optado por escribir «cuir» con c para hispanizar el término queer. ¿Un error ortográfico? Para nada: es un gesto deliberado. Como señala la filósofa Sayak Valencia, el paso de «queer» a «cuir» representa un esfuerzo por descolonizar el lenguaje y adaptarlo a realidades locales. En otras palabras, cuir suena casi igual que queer, pero lleva sello propio y refleja las luchas y experiencias de la cultura hispanohablante. Es la lengua evolucionando y haciendo política.

La creatividad del lenguaje queer en español nos regala también vocablos únicos para realidades muy específicas. Toma mariliendre, por ejemplo. ¿Sabes lo que significa? Es la amiga (generalmente heterosexual) inseparable de la pandilla gay, la confidente que siempre está con «sus chicos». Este término combina Mari- (diminutivo de María, en alusión a maricón) con liendre (sí, el huevecillo de un piojo), y nació como equivalente en español de la expresión inglesa fag hag. En origen fue un apodo despectivo dentro de la jerga gay masculina, pero hoy muchas mujeres lo han reapropiado con orgullo, haciendo de mariliendre casi un título honorífico de ally queer y que ha sido honrado recientemente con una serie de producción patria.

¿Y qué me dices de bollodrama? En la jerga coloquial, un bollodrama es ese dramón sentimental en el mundo lésbico que muchas reconocerán (¡y no solo las lesbianas!). Piensa en la típica situación de culebrón entre chicas que corre demasiado: chistes como «¿qué llevan las lesbianas a la segunda cita? Las maletas» surgen de ahí. Con humor y un poco de autocrítica, la comunidad lésbica bautizó esas montañas rusas emocionales como bollodramas. En el fondo, palabras como bollodrama o bollovibes (cuando alguien «da vibraciones» de ser bollera, es decir, lesbiana) muestran cómo el colectivo reinventa el idioma para describir vivencias comunes con cercanía, ironía y complicidad. Son términos nacidos del día a día, de memes, de bares y de redes sociales, que luego saltan al habla popular. ¡La lengua siempre encuentra maneras de enriquecerse!

Impacto en el español y el reto de traducir estos términos

Toda esta jerga queer/cuir no se queda solo en nichos: poco a poco va dejando huella en el español general. Muchas expresiones pasan de la escena LGBTQ+ al uso común, e incluso los medios de comunicación y la literatura las incorporan para dar voz a personajes diversos. Sin embargo, surge un desafío apasionante: ¿cómo traducir todo este caudal lingüístico entre idiomas sin perder matices? Ahí es donde los traductores nos ganamos el pan y la creatividad entra en juego.

La sociedad del siglo XXI ha traído un sinfín de neologismos que debemos adaptar a nuestros discursos en español, y el ámbito queer es prueba de ello. El problema es que el español a veces se queda corto de vocabulario oficial para nombrar realidades queer. De hecho, hay grupos antes marginados que hoy exigen que se acuñen y reconozcan nuevos términos para representarlos adecuadamente. Ante esta situación, los traductores jugamos un papel crucial en encontrar esas palabras y darles vida en nuestro idioma. Traducir este lenguaje implica navegar entre lo correcto y lo fiel: no queremos traicionar el significado original, pero tampoco sonar artificial en español. ¿Cómo traducir fag hag en los subtítulos de una serie inglesa? Probablemente como mariliendre, confiando en que el público entienda el contexto. ¿Y si en una novela un personaje suelta una frase cargada de slang queer intraducible? A veces no queda otra que adaptar con algo equivalente en español, o explicarlo sutilmente en la narración.

El término queer en sí es un quebradero de cabeza «traductoril». ¿Lo dejamos tal cual en un texto en español, lo traducimos como «no heterosexual», usamos «cuir» o buscamos otra estrategia? No hay una respuesta única. La dificultad de traducir «queer» al español refleja cómo cada palabra lleva un peso histórico y cultural distinto según el contexto. Queer fue un insulto en inglés (raro, extraño) que la comunidad transformó en bandera; en español nunca tuvo ese recorrido histórico, así que insertarlo en una traducción conlleva decisiones: ¿mantenemos el término internacional por su valor político global o lo adaptamos para que no suene ajeno? Cada opción tiene implicaciones. Como profesionales, debemos evaluar el tono del texto, la audiencia y la carga simbólica. «Traduttore, traditore», dice el refrán, y en temas identitarios la traición puede doler el doble.

Identidad, política y palabras que importan

Lo interesante es que este intercambio va enriqueciendo la lengua. Hoy vemos guías de estilo, glosarios colaborativos y hasta tesis universitarias dedicadas a la traducción y creación de léxico LGBT. La meta es encontrar un balance entre visibilidad y comprensión. Queremos que términos inclusivos como elle (pronombre neutro) o no binarie se entiendan, sin que pierdan su fuerza política. No siempre es fácil: por cada propuesta hay debates (¿lenguaje inclusivo sí o no?, ¿neologismos necesarios u ocurrencias pasajeras?). Pero esa es la belleza viva del lenguaje: se negocia, se transforma y avanza con la sociedad.

Como profesionales de la lengua (y simplemente como hablantes curiosos), nuestra tarea es escuchar y aprender. Incorporar estos términos con respeto es una manera de validar las vivencias de la comunidad queer y, a la vez, de enriquecer nuestro idioma para que realmente represente a todos. Al final del día, el lenguaje es de quienes lo hablan. Y si algo nos enseña la historia del lenguaje queer es que las palabras importan: importan para sentirnos parte de un grupo, importan para visibilizar realidades y, sobre todo, importan para recordar que la diversidad humana también se escribe y se pronuncia.

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