Lo confieso, en mi familia hay varios seguidores acérrimos de la serie Star Trek. Podría venir de ahí mi temprano interés por los idiomas y la traducción, pues mis progenitores siempre rememoran las tardes en las que solían encontrarme boquiabierta, en mi más tierna infancia, observando cómo el capitán Kirk y el señor Spock se comunicaban de forma fluida con cuantas especies alienígenas se cruzaban en su camino, gracias a sus extraordinarios tricorders.
Poco sospechaba yo entonces que dispositivos similares a mis adorados tricorders se convertirían en la peor pesadilla de la amplia mayoría de profesionales de nuestro sector. Y no quiero decir “pesadilla” en el sentido de que puedan poner en peligro nuestros puestos de trabajo… ¡nada más alejado de la realidad! Me refiero al calvario que nos suele suponer arreglar los desaguisados que generan programas de traducción automática del tipo Google Translate. El post “¿Otra traducción literal? Damn! ¡Maldición!” del blog TraducThor, la fuerza de las palabras, nos ofrece hilarantes ejemplos de los resultados que suelen generar estos programas.
Que tire la primera piedra aquel traductor al que no le hayan pedido alguna vez que “revise” o “posedite” una traducción que ya tienen de un documento original, solo para comprobar que es correcta. Y que tire la segunda piedra aquel que no haya invertido en ello el doble de tiempo y esfuerzo que le hubiera supuesto traducirlo desde cero. Esto partiendo de la base de que se pretenda conseguir un texto no solo gramaticalmente correcto, sino que suene natural y fluido en la lengua meta… a fin de cuentas, el principal cometido de nuestra labor. Sobre la ardua tarea de posedición, resulta muy ilustrativo leer el post “La posedición”, donde se detallan los pasos a seguir al enfrentarnos con un proyecto de estas características.
Por supuesto, somos conscientes de que no todas las traducciones automáticas son iguales. Como todo lo relacionado con nuestro sector, existe mucha casuística: cuanto más parecido gramatical tengan las lenguas origen y meta, más técnico sea el texto, más sencilla su redacción y menos falsos amigos y nombres propios contenga, menos mala será la versión ofrecida por un traductor automático.
Resulta innegable admitir que este tipo de herramientas han avanzado muchísimo en los últimos años, que pueden resultar bastante útiles a la hora de facilitar la comunicación extraoficial entre personas con unos conocimientos mínimos de los idiomas en cuestión y que permiten un importante ahorro de costes cuando se trata de documentación personal a mero título informativo. Pero su utilidad se queda ahí. Nos parece una práctica totalmente errónea el recurrir a estas herramientas para traducir documentos con una mínima relevancia comercial, de contenido jurídico, textos literarios o destinados al tráfico empresarial o publicitario. Creo que nadie podrá negar las consecuencias negativas que tendría para cualquier grupo o empresa, verse envuelto en un escándalo similar al que afectó a la Generalitat el año pasado, cuando en la versión inglesa de su nueva web se convertía a Artur Mas en “The President More”.
Sabemos que algunos colegas defienden que con el trabajo de un buen revisor o corrector, se puede conseguir un buen resultado y ahorrar costes y tiempo, como se afirma en el post “Traducción automática: ¿cambio de actitud de las asociaciones profesionales?” del Blog de Leon Hunter. Zesauro sostiene una postura totalmente contraria, ya que consideramos que es imposible conseguir un resultado óptimo sin invertir el mismo tiempo, cuando no más, del que tardaría una persona nativa, con dominio de la lengua origen y especializada en el tema en cuestión en traducirlo desde cero, característica que debería cumplir cualquier profesional del sector por mera ética profesional. Por supuesto, aquellos traductores que no cumplan estos criterios deben ser sinceros consigo mismos y con sus clientes y asumir que: (i) deberán dedicar más tiempo a un proyecto por el mismo precio; (ii) tendrían que plantearse rechazarlo si se consideran incapaces de entregar un texto de calidad en el plazo solicitado; y (iii) deberán invertir en formación y capacitación profesional.
No nos parece admisible la práctica de entregar traducciones de mala calidad por el simple hecho de que nos propongan una tarifa más baja o nos exijan un plazo más ajustado de lo habitual, tema que Miguel Llorens trata largo y tendido en su post “La traducción automática y el movimiento de baja calidad”. Sabemos que el mercado está en horas bajas y que cada vez los clientes nos exigen más, tanto en lo que respecta a tarifas como a calidad. Pero aún así, tenemos muy claro que la única forma de conservar a un cliente es entregarle un trabajo impecable en el plazo pactado y, por tanto, debemos evaluar detenidamente las condiciones económicas del mismo, así como nuestra capacidad y disposición para poder cumplir nuestro compromiso de acuerdo a tales condiciones.
En Zesauro Traducciones, apostamos decididamente por cualquier herramienta capaz de mejorar el rendimiento de nuestro equipo y la calidad y coherencia de nuestro trabajo, como creemos que sucede con los programas de traducción asistida por ordenador (TAO). Sin embargo, en lo que respecta a la traducción automática, nos sentimos orgullosos de decir alto y claro: ¡NO, GRACIAS!