En 2010 la Real Academia Española publicó una serie de recomendaciones en su nueva Ortografía que, con el tiempo, no han llegado a tener gran éxito entre la población de lengua hispana. Nos referimos a la eliminación de las tildes diacríticas en los pronombres demostrativos y en el adverbio solo.
Ante este hecho, el lingüista Salvador Gutiérrez Ordóñez ha comunicado recientemente que desde la Academia aceptan la decisión de los hispanohablantes de rechazar estas recomendaciones y de continuar acentuando estas palabras; declaración que viene a demostrar, una vez más, que son los hablantes los que deciden la evolución de una lengua tan viva como el español.
Esta evolución queda patente en registros lexicográficos que, en manos de estudiosos, pueden llegar a desvelar verdaderos tesoros lingüísticos. Por ejemplo, si acudimos al árbol genealógico de la actual limosna descubriremos que en el castellano antiguo era alimosna, procedente del latín eleemosyna,que a su vez fue tomado del griego ἐλεημοσύνη (eleemosyne), derivación del verbo ἐλεέω (‘me compadezco’).
El ejemplo anterior ilustra la evolución a partir de raíces clásicas, pero también podemos encontrar algunos casos curiosos en los que las palabras se forman por influencia de otras lenguas modernas, como cuscús, que llegó al español a través del francés couscous (del árabe kuskús) y no de alcuzcuz(del árabe hispano alkuskús) que ya existía en castellano.
No hay duda, la formación de nuevo léxico marca la evolución de una lengua, pero no debemos olvidar otros aspectos.
El léxico
El influjo de otras lenguas propicia la formación de nuevas palabras, algo que ha ocurrido desde siempre pero que se ha visto acentuado en los últimos años. Con el tiempo, los extranjerismos han ido encontrando un lugar entre nuestras palabras y tras un proceso de adaptación han sido finalmente aceptados. ¿Quién duda hoy de bebé, cartel, espagueti, misil, restaurante, rímel, yate o yogur? Aunque no lo parezcan, fueron extranjerismos en su momento.
Por otro lado, nos encontramos con los extranjerismos de reciente adquisición. No han sufrido el proceso de adaptación y aparecen en sus formas originales —y, por tanto, deben escribirse en cursiva. En nuestro día a día abundan términos como back-up, best seller, copyright, feedback, hobby, know-how o overbooking.
¿Pero qué ocurre con los que llegaron hace tiempo y han sido adaptados pero no aceptados por los hablantes? Nombremos en esta sección ejemplos como: güisqui (whisky), gurmé (gourmet), márquetin (marketing), jipi (hippie), filin (feeling) y parquin (parking).
En este último caso, la RAE ha intentado regularizar estas adaptaciones, aunque no ha conseguido reflejar el verdadero uso de dichas palabras. ¿Quién se arriesga hoy en día a escribir güisqui?
Podríamos añadir que, en ocasiones, la aparición de algunos extranjerismos contribuye al enriquecimiento de nuestra lengua. Así, el contacto con otras culturas ha favorecido la formación de léxico a través de la introducción de nuevos conceptos que necesitaban una designación como, por ejemplo, iceberg —tomado del inglés iceberg que a su vez procede del neerlandés medio ijsberg. Asimismo, el avance de las nuevas tecnologías ha impulsado la creación de léxico como, por ejemplo, módem —acrónimo de modulación y demodulación. En definitiva, nuevas palabras para referirnos a conceptos y objetos nuevos.
La semántica
El contacto con otras culturas contribuye también a la evolución de los significados. Ciertos términos pueden adquirir un significado diferente en función del uso que se le va dando a cada palabra. Enervar,por ejemplo, tenía el significado etimológico latino de ‘debilitar o relajar’. Sin embargo, en el siglo XIX, y por influencia del francés, se añadió el sentido que también tiene hoy en día, ‘poner nervioso’. Consultar el Diccionario Panhispánico de Dudas.
La gramática
Aunque muchas voces recriminan el uso de términos de origen extranjero en detrimento de términos propios igualmente aceptables, no debemos olvidar que el cambio que más preocupa a los lingüistas es el que se está produciendo en la gramática.
La pérdida de vocabulario y la desaparición de sinónimos en pro de términos más genéricos se suman ya a la eliminación de los artículos, el uso alterado de las preposiciones, el uso de infinitivos con valor de imperativo, errores de puntuación y acentuación, etc.
¿La evolución lo valida todo?
Como bien dice José Martínez de Sousa, las palabras nacen, se desarrollan y desaparecen. La evolución de la lengua es un hecho innegable que no debe amedrentarnos. Por ello, como usuarios del español, debemos ser conscientes de su evolución, sin olvidar las «normas» gramaticales que intentan encauzar el uso correcto de nuestra lengua.